20 marzo 2012

Evangelio del día y reflexión, 20 de marzo


 


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 1-3a. 5-18

Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo "Betsata", que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, lisiados y paralíticos. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres sanarte?». Él respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina». En seguida el hombre se sanó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser sanado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla». Él les respondió: «El que me sanó me dijo: "Toma tu camilla y camina"». Ellos le preguntaron: «¿Quién es ese hombre que te dijo: "Toma tu camilla y camina"?». Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido sanado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía». El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había sanado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado. Él les respondió: «Mi Padre trabaja siempre, y Yo también trabajo». Pero para los judíos ésta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.

Compartiendo la Palabra
Por Enrique Martinez, cmf

VENCER NUESTRAS PARÁLISIS

«Había un hombre que llevaba mucho tiempo enfermo». Estaba paralítico.
Hay muchas parálisis diferentes, además de la física. Y quizás nos hemos acostumbrado aellas. «No tenemos a nadie que nos ayude»... o estamos esperando a que, milagrosamente, ocurra algo que nos resuelva la situación. - Hay quien vive paralizado por sus limitaciones: «yo no soy como los demás, no tengo tanta suerte como ellos, me faltan cualidades y capacidades...» y se recluyen en su sufrimiento, en su camilla, «incapaces» de construir algo que merezca la pena. - Hay quienes se han quedado paralizados, atrapados en la camilla y las muletas de su puesto de trabajo. Se han dejado convencer de que lo más importante en el mundo es subir, ser bien valorado por sus jefes y nunca llevarles la contraria, conseguir un puesto mejor, deslumbrar a quienes les contemplan... descuidando a la vez todo lo que suene a valores, a utopía, a crear una sociedad distinta, a madurar como persona, a crecer en su capacidad de amar... Van teniendo de “todo” (quizás), pero en el fondo ese todo no es más que una camilla arrastrada por los intereses económicos y empresariales, a costa de dejar de ser uno mismo. Sigue leyendo...