17 marzo 2013

17 marzo, 5º Domingo de Cuaresma


Hoy es 17 de marzo, domingo V Semana de Cuaresma.
En este rato de oración, déjate sorprender por unas palabras tal vez escuchadas en otras ocasiones. Pídele al Padre que tu corazón comprenda el alcance de este mensaje. Se esponje con las palabras de Jesús y se agrande para ser misericordioso. Con la plegaria, le pido al Señor de la misericordia. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 8, 1-11):
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.» Las autoridades religiosas, bajo apariencia de fidelidad a la ley, ponen delante de Jesús, a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Buscan una respuesta en Jesús que les sirva para ir contra él. También hoy podemos tener la tentación de apedrear, en nombre de la ley, a muchas personas: divorciados, enfermos de sida, prostitutas, madres solteras, homosexuales… A Jesús le preguntan qué hacer con la adultera. Parecía un callejón sin salida. Jesús, con mucha paz, cambia el foco del juicio. En vez de permitir que el juicio sea sobre ella para condenarla, les pide que se examinen a la luz de lo que la ley les exige a ellos.
Este episodio revela que Jesús es la luz que hace aparecer la verdad. Él pone de manifestó lo que existe escondido en las personas, en lo más íntimo de cada uno de nosotros. Ante sus palabras, los que parecían los defensores de la ley se revelan los llenos de pecado y ellos mismos lo reconocen. Vuelve a escuchar el texto. Trata de ponerte en la piel de la mujer. En cómo  se sentiría ante las amenazas de ser lapidada. Ponte en la piel de aquellos que excluimos, porque no se comportan como nosotros deseamos. Piensa también en las veces en las que juzgas y condenas a otros. Descubre cómo Jesús los mira a todos ellos.
Te veo y no te veo
Cuando no te veo, te añoro y te busco.
Pregunto por las calles,
intento adivinar tu rostro
en fragmentos de vidas ajenas
en ojos que fugaces se me cruzan,
en episodios brillantes,
o en las grietas de cada historia.
Pregunto al presente,
quién es samaritano y quién te crucifica,
a quién alzaste del suelo,
quién aprendió, contigo,
a soltar la piedra y extender la mano.
Bebo las respuestas, con avidez.
Y a veces te veo. Porque estás,
a tu manera discreta,
sin imponerte.
Basta un instante de reconocimiento
para encender, de nuevo, la mecha.
¡El amor auténtico!
Ahí está la verdad.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Preséntale al Padre los frutos de tu oración y vuelve a pedirle que tu corazón comprensa el alcance de este mensaje. Se esponje con las palabras de Jesús y se agrande para ser misericodioso. Que esta oración te pueda acompañar a lo largo de la semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez esa petición: Señor, dame un corazón grande y misericordioso…; Señor, dame un corazón grande y misericordioso…
Fuente: Alforjas de Pastoral

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