16 octubre 2016

Domingo XXIX de Tiempo Ordinario

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El domingo 17 del tiempo ordinario, allá por Julio, recordamos la importancia de la oración así como su absoluta eficacia en el orden espiritual.
Hoy vuelve a insistir la liturgia en el valor de la oraciónMoisés orando consigue la victoria, San Pablo le recuerda a Timoteo que mediante la oración está perfectamente equipado para cualquier obra buena. Por último el mismo Jesús, una vez más, garantiza la eficacia de la oración correctamente hecha.
La necesidad de orar se nos manifiesta desde muy diversos ángulos: nuestra condición de débiles de voluntad, de limitados en facultades comprensivas, de lo arduo de la consecución del bien y de los obstáculos que desde fuera aparecen interfiriendo nuestros buenos propósitos. Solo fuertemente alimentados espiritualmente podemos llevar adelante nuestros compromisos humanos y religiosos.

Esta mañana, contemplaremos esa necesidad de orar centrándonos en la familia ante los desafíos que experimenta tal y como el Papa lo expone en el capítulo II de su exhortación “La Alegría del amor” con el título: LA REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS. 
Comienza el Papa reconociendo la extraordinaria importancia de la familia para el futuro del mundo y de la Iglesia. (nº31) A lo dicho el domingo pasado añade que la familia, como sociedad natural fundada en el matrimonio, favorece la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos” ( nº 52). 
Tras esta exposición el Papa contempla los siguientes desafíos, como él gusta llamarlos, a los que está enfrentada esta importantísima institución en el mundo actual. 
1.- El individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla…las tensiones inducidas por una cultura individualista exagerada de la posesión y del disfrute generan dentro de las familias dinámicas de intolerancia y agresividad” (nº. 33).
2.- La cultura de lo “provisional” que se manifiesta en la velocidad con la que las personas pasan de una relación de afectividad a otra. (nº 39)
3.- Las dificultades económicas hacen que no se pueda alcanzar el matrimonio a edades oportunas. (nº40)
4.- La influencia de ideologías que desvalorizan el matrimonio y la familiaasí como la experiencia del fracaso de otras parejas desaniman a formar nuevas familias. (nº40) El pésimo ejemplo de las películas en las que el abandono del compromiso matrimonial aparece como algo normal mina la valoración de la familia por parte de las nuevas generaciones. 
5.- El miedo a adquirir compromisos estables y a perder la libertad (nº40)
6.- Una concepción puramente emocional y romántica del amor capaz de crear vínculos sólidos de convivencia (nº40). La llamada química del amor que por lo visto lo reduce a relaciones hormonales. 
7.- Una afectividad narcisista del culto al individuo, no ayuda a alcanzar personalidades maduras capaces de compromisos serios y duraderos. (nº 41)
8.- La sociedad de consumo también puede disuadir a las personas de tener hijos con el fin de mantener su libertad y “nivel” de vida (nº 42)
9.- Los poderes públicos no favorecen el derecho a una vivienda decente, apta para la vida familiar y proporcionada al número de sus miembros, en un ambiente físicamente sano, que ofrezca los servicios básicos para la vida de la familia y de la comunidad. 
10.- En muchos lugares se presenta a la familia y al matrimonio como una oferta anticuada. (nº53)
Todo este escaparte de “desafíos” al matrimonio y la familia, nos exige estar fuertemente asentados en los verdaderos valores a fin de no claudicar ante esas dificultades. Una seria oración de reflexión meditativa y comprometida nos mantendrá firmes en nuestras convicciones y nos permitirá salir airosos en los envites de la vida.
La oración que necesitamos es la que hunde su quehacer en la reflexión profunda de la revelación para que dejándonos empapar por ella estemos perfectamente pertrechados para la grandiosa empresa de la familia. 
Pero no solamente hemos de defenderla de los ataques con los que se la acucia, sino también, tener el suficiente valor como para proponer todas estas cosas a aquellos que conviven con nosotros. 
En el nº 36 nos anima el papa a ello: Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio, con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar de moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar”
Tarea ardua la de defender en nosotros y proponerlos a los demás los valores sagrados de la familia y el matrimonio pero no olvidemos lo que nos decía San Pablo: “El hombre de Dios está perfectamente equipado para cualquier obra buena”, solamente hace falta eso, que seamos hombres y mujeres de Dios, hombres y mujeres injertados en la vid que es Jesús, de cuya savia podemos alimentarnos todos, y con cuya fuerza podremos mantenernos firmes en nuestras creencias y darlas a conocer a los demás. Que así lo hagamos.
Pedro Saez

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