25 septiembre 2011

Evangelio del día, 25 septiembre y reflexión




Mejor pequeños gestos de amor, 
que grandes palabras de amor

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 28-32

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y éste le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?» «El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».
Compartiendo la Palabra
Por José Antonio Pagola

MIEDO A LA RELIGION

Dorothee Sólle, tal vez la mujer teólogo de mayor prestigio en nuestros días, habla en uno de sus libros de un fenómeno social claramente observable en occidente: «el miedo a tener religión». No está bien visto ocuparse de religión o interesarse por el hecho religioso. La misma palabra «religión» despierta en bastantes una actitud de defensa. Basta plantear la cuestión religiosa en un grupo para provocar malestar, silencios tensos o un discreto desvío de la conversación. Practicar una religión, orar o celebrar la propia fe es visto a menudo como un comportamiento desfasado e, incluso, impropio de un hombre progresista. La religión pertenece, en opinión de muchos, a un estadio infantil de la humanidad ya superado, y no se comprende bien qué función pueda tener en una sociedad más adulta y emancipada.
Este «miedo a tener religión» puede estar provocado por factores socio-culturales diversos, pero la teólogo alemana cree ver una raíz más profunda: el hombre occidental siente miedo «ante lo absoluto de la exigencia que la religión recuerda».
Tenemos miedo a la religión porque tenemos miedo a plantearnos la vida en toda su profundidad. Nos da miedo toda experiencia que pueda poner en peligro nuestro pequeño mundo egoísta, descubrir el vacío de nuestra vida y plantearnos exigencias radicales. Preferimos seguir «funcionando sin alma», vivir sólo de pan, continuar muertos antes que exponernos al peligro de estar vivos. Pero hay otra manera de eludir las exigencias más hondas de la existencia, y es confesar nuestra adhesión a una religión oficial y sentirnos, por ello mismo, dispensados de escuchar las exigencias concretas de Dios.
En la parábola de los dos hijos Jesús critica precisamente la postura ambigua de quienes dicen «sí» a Dios con la boca para luego decirle «no» con el comportamiento de cada día.
No hemos de sentirnos creyentes por el solo hecho de confesarnos «católicos». El carácter religioso de nuestros padres, el ambiente cristiano de la infancia o la educación recibida no son garantía de una fe auténtica. K. Rahner solía decir de sí mismo que era un hombre «que esperaba llegar a ser cristiano». Cuando, en cierta ocasión, le preguntaba un entrevistador cómo podía hablar así después de más de cincuenta años dedicados a la investigación teológica, Rahner explicaba. que «ser cristiano quiere decir siempre estar haciéndose cristiano». Y luego, con esa humildad propia de los sabios, le revelaba una oración que él mismo repetía y que, a su juicio, cualquier cristiano, sacerdote, obispo o incluso el mismo Papa puede hacer siempre: «Dios mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy cristiano, sino haz que llegue a serlo de verdad».